jueves, 25 de enero de 2007

la perspectiva del tiempo

Las horas


los minutos


(sus segundos):



vuelven al reloj,



...sólo si vuelves.









Despacio. Más deprisa.
La risa y la indecencia nos desnudan.
Despacio. Más deprisa.
La duda y la ternura se debaten
(se reparten a trozos la cama).
Despacio. Más deprisa.
Mañana no voy a quedarme.
Despacio. Más deprisa.
Torres de marfil sobre tu sexo.
Las esquinas del fracaso son
curvas de improvisto
en el camino.
Son
ruido y vuelo raso,
Despacio. Más deprisa.
Tu sexo, las nubes.
Ruido de equilibrio incontenible.
Canícula intangible
en tus pupilas.
Ya llegamos.
Despacio. Más deprisa.
Entra y vete.
Despacio. Más deprisa.
No me excita lo más mínimo
tu manera de
pedirme un beso, de rodillas.
Despacio. Más deprisa.

viernes, 19 de enero de 2007

Pompas de jabón, y algún quizá.


He volcado el reloj de pared sobre el cuenco de leche caliente. Las agujas se han deslizado hasta la superficie líquida como vertidas autónomamente. Ahora la leche es más espesa. Las horas han dejado huella en apenas unos segundos de inmersión bajo su tacto escurridizo.
El desayuno vuelve a indigestárseme, y todo pasa rápido mientras el periódico, dobladito y algo deshojado a mi derecha, susurra en la contraportada un día caótico y desesperado por regresar a su placenta inicial, con sabor a nórdico y a oscuridad.
Pienso en ti. Pienso en si hubiéramos dejado las cosas como estaban. Pienso en si ayer no debí decirte todo lo que te dije. Pienso en si sería mejor hacer las maletas y regresar a mi cama esta noche. Pienso que quizá, tú me quieres demasiado, y yo me he quedado en el intento de alcanzarte.
Pienso en tu guitarra. En tus dedos encallados al salir de un baño caliente, envuelto en un cascarón del tacto de la seda que empapa la humedad y el sudor de tu cuerpo. Pienso en tu manera de huir, siempre a última hora. Pienso en tus canciones, y en tus carreteras. Pienso en tus noches y en tus ojos grapados por el cansancio cuando el despertador te grita buenos días.
Ya tengo puestos mis zapatos nuevos. Esta vez no tienen cordones, para que no se desaten y no tropiece. Vuelvo a caminar.
Sin ti.

sábado, 6 de enero de 2007


Vuelvo.
a una habitación,
[507],
de un hotel cualquiera.
La razón me miente
y cada hora y media
un pensamiento obsceno
te devuelve al otro lado
de mi cama.

Vuelvo.
De Tierra de Nadie.
Con las maletas llenas
de fotos y frases
a medias,
y un crucigrama mal hecho
a propósito,
para encontrar tu nombre
en las respuestas que a veces
(unas veces más que otras)
me invento para no (vol)ver.

Vuelvo.
De pisar los charcos
y arrancarle trenzas al destino
bañado en cobre y en platino
[para disimular sus flaquezas y arrugas].
No le encuentro sentido
a este juego
amañado para dejarme sin nada
en mitad de una calle
y desnuda
pidiéndote a gritos
un beso que me salve
del asfalto
y del suicidio preventivo.

Vuelvo.
del piedra papel o tijera,
para echar a cara o cruz
la idea de tirar a la basura
-todas las historias
-todas las dudas
-todo el pasado oscuro que me mantiene
en vilo y en constante autoengaño,
por culpa de la voraz
(curiosidad)
que un día despertaste en estas manos.

Vuelvo.
De tu voz y tus huídas.
A un lugar donde pensarte
es sinónimo de calma.
(Sólo de pensarlo
algo me anestesia el párpado más ciego).
Mañana volveré a buscar
todo lo que
me he olvidado en tu regazo
y en tu sexo.
mañana volveré para comprar
un último billete
sólo ida.
sólo huída.
sólo…
sólo…