Íbamos a querernos siempre,
desde las 5 de la mañana
hasta las 11 de la noche.
Íbamos a querernos siempre,
y tanto,
que a veces me asustaba imaginarlo,
y el suelo se encogía,
y tus manos hacían de cielo.
Íbamos a querernos siempre
como dos niños
dos gatas en celo
dos círculos viciosos
dos peces de acuario
dos estrellas de mar
dos adolescentes
dos ancianos
dos impertinentes.
Íbamos a querernos siempre
- y desde cuándo? -preguntaste.
- hace ya un rato que empezamos.
Y sonreías,
y besabas
mis brazos muertos
y mi boca en carne viva.
Íbamos a querernos siempre
y sin contrato.
Sólo quedó dicho en un boca a boca
sin distancia,
sin distancia,
y así
era imposible mentirnos.
Íbamos a querernos siempre
... y ahora
me pregunto por qué no supimos hacerlo.