viernes, 19 de enero de 2007

Pompas de jabón, y algún quizá.


He volcado el reloj de pared sobre el cuenco de leche caliente. Las agujas se han deslizado hasta la superficie líquida como vertidas autónomamente. Ahora la leche es más espesa. Las horas han dejado huella en apenas unos segundos de inmersión bajo su tacto escurridizo.
El desayuno vuelve a indigestárseme, y todo pasa rápido mientras el periódico, dobladito y algo deshojado a mi derecha, susurra en la contraportada un día caótico y desesperado por regresar a su placenta inicial, con sabor a nórdico y a oscuridad.
Pienso en ti. Pienso en si hubiéramos dejado las cosas como estaban. Pienso en si ayer no debí decirte todo lo que te dije. Pienso en si sería mejor hacer las maletas y regresar a mi cama esta noche. Pienso que quizá, tú me quieres demasiado, y yo me he quedado en el intento de alcanzarte.
Pienso en tu guitarra. En tus dedos encallados al salir de un baño caliente, envuelto en un cascarón del tacto de la seda que empapa la humedad y el sudor de tu cuerpo. Pienso en tu manera de huir, siempre a última hora. Pienso en tus canciones, y en tus carreteras. Pienso en tus noches y en tus ojos grapados por el cansancio cuando el despertador te grita buenos días.
Ya tengo puestos mis zapatos nuevos. Esta vez no tienen cordones, para que no se desaten y no tropiece. Vuelvo a caminar.
Sin ti.